El contexto económico y social de Ecuador demanda una transformación profunda en la forma en que se concibe el crecimiento. La búsqueda de la abundancia sostenible se centra en lograr un desarrollo que, sin agotar los recursos naturales, genere prosperidad y reduzca las desigualdades. Para ello, es crucial impulsar una innovación que conecte tecnología, políticas públicas y alianzas multisectoriales. En este escenario, los bancos tenemos un rol esencial, ya que pueden canalizar recursos hacia proyectos que fomenten energías limpias, digitalización de servicios y emprendimientos de impacto social.
La función de las instituciones financieras se extiende más allá de la mera intermediación de capital; se trata de actuar como facilitadoras de un ecosistema económico que favorezca la inclusión y la resiliencia. Los bancos deben fortalecer su capacidad para evaluar y financiar iniciativas innovadoras, apoyando a emprendedores y empresas comprometidas con prácticas responsables. Este cambio de paradigma implica también una reconfiguración de los modelos de riesgo y retorno, orientados hacia beneficios sociales y medioambientales a largo plazo.
En este contexto resulta pertinente revisitar las ideas de John Rawls, pensador político y filosofo estadounidense. En su obra Teoría de la Justicia (1971), Rawls afirma que “la justicia es la primera virtud de las instituciones sociales”. Esta cita subraya la importancia de estructurar la sociedad y sus sistemas económicos en base a principios de equidad y equidad de oportunidades. Aplicado al contexto bancario, este planteamiento invita a los gestores financieros a asumir una responsabilidad ética que vaya más allá de la rentabilidad inmediata, promoviendo inversiones que generen un impacto positivo en las comunidades y aseguren un futuro justo y sostenible.
Profundizar en estas ideas implica reconocer que el desarrollo económico no puede ser aislado de la responsabilidad social y ambiental. La convergencia entre innovación tecnológica y compromiso ético es la base para construir un Ecuador más resiliente y equitativo. Así, los bancos, como actores clave, debemos liderar esta transformación, siendo motores de cambio en la construcción de un sistema económico que priorice la justicia social y la sostenibilidad a largo plazo.