En el mundo financiero actual, hablar de banca ética y sostenible ya no es una utopía. Cada vez más instituciones se comprometen a integrar principios ambientales, sociales y de gobernanza (ASG) en su gestión. Sin embargo, este cambio positivo enfrenta una amenaza seria: el greenwashing.

El greenwashing, o “lavado verde”, se ha vuelto común entre empresas —incluidas entidades financieras— que, impulsadas por la creciente demanda de productos sostenibles, ofrecen soluciones supuestamente verdes sin cumplir los estándares necesarios. Esta práctica socava la confianza y pone en riesgo el verdadero avance hacia un modelo económico más justo y respetuoso con el ambiente. En mercados como el europeo, con regulaciones cada vez más estrictas, simular sostenibilidad no solo daña la reputación, también puede cerrar puertas comerciales.

Aunque muchas entidades han adoptado los Principios de Banca Responsable y los criterios ASG, su aplicación laxa y superficial genera escepticismo. La sostenibilidad no debe ser un discurso optimista ni una estrategia de marketing; se trata de un proceso constante y que debe reflejarse en decisiones reales, medibles y coherentes. 

Para empresas ecuatorianas con relaciones comerciales en Europa, la consistencia en sostenibilidad es más que una ventaja: es una exigencia creciente. Adoptar una cultura empresarial que valore la transparencia, la rendición de cuentas y el impacto positivo a largo plazo no solo protege la reputación, también garantiza la permanencia en un mercado internacional cada vez más exigente.

Ser sostenibles no significa dejar de ser rentables. Por el contrario, actuar con coherencia, evitar el greenwashing y asumir un compromiso auténtico con los ASG es, hoy por hoy, la mejor inversión.

 

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Andrea García, Jefe del Departamento Legal de Banco ProCredit